Por desgracia no pude asistir al entierro de nuestro Pacheco: un hombre distinto a todos, bajo de estatura y grande de corazón; de piel seca y alma dulce; de ojillos inquietos, pero llenos de vida; de lenguaje incierto, llenaba de alegría donde estaba. Era capaz de resolver cualquier emergencia, improvisando con los materiales más insólitos .
Yo lo recordaré siempre como el duende del colegio que ponía un poco de azúcar en momentos de desidia, pereza o abatimiento que todos los seres humanos tenemos.
Yo lo recordaré siempre como el duende del colegio que ponía un poco de azúcar en momentos de desidia, pereza o abatimiento que todos los seres humanos tenemos.
Con los niños fue algo especial, le querían todos y todas, le adoraban porque la gran verdad de su vida fue ser un niño grande.
En mi recuerdo para siempre, ¡donde estés, mi abrazo más grande!
Luis Ocaña.
Luis Ocaña.
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